Del 29 de septiembre al 11 de noviembre de 2016
Texto por Pierre Olivier Rollin, «Corps-à-corps».
Para comprender una exposición del artista sudafricano Kendell Geers (Mayo de 1968) hay que renunciar a cualquier explicación y aceptar un cuerpo a cuerpo con las obras. Que el cuerpo movilice todas sus facultades: angustia, terror, repulsión, asco, violencia... Pero también sus inseparables contrarios: alegría, éxtasis, fascinación, deseo... O incluso tomar vías desprestigiadas: la espiritualidad, el chamanismo, etcétera.
Geers se deleita desentramando paradojas lógicas, que son a su vez intelectuales, plásticas, emocionales y morales. La Virgen es una pornstar; el miedo engendra el deseo; lo trivial se mezcla con lo bello; la fuerza espiritual del fetiche se reactiva; el alambre de espino se vuelve crucifijo, la pintura se mancilla; el bronce viste al tótem, etcétera. Las oposiciones más crudas se enfrentan entre ellas en esta experiencia corporal desestabilizadora que es la exposición, que coacciona al espectador a revelarse y, más aún, a asumirse en esta complejidad inconfesable.
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