
Fue en el ARCO de verano, aquel ARCO tan deseado y enmascarillado del 2021, cuando Miguel Ángel me enfrentó a la obra “I Mostri” de Alán Carrasco. Tres pequeñas fotografías en blanco y negro, con una irregular franja blanca que las atravesaba, que contenían miles de pequeños cuerpos en formación.
¿Qué era aquello?, ¿qué representaba? No era capaz de identificarlo, pero, algo dentro de mí me decía que si lo reconocía. De repente sentí una sacudida, un shock. El pasado, el presente y el futuro se atropellaban en un espacio atemporal, en un vacío de aquí y ahora. Aquello era un estadio lleno miles de camisas negras perfectamente alineados, mirando hacia un punto concreto. ¿Me miraban a mí?
¿Sería esa sacudida el “punctum” (pinchazo, herida) que Roland Barthes describía en su poliédrico libro “La cámara lúcida”? Barthes lo define como ese elemento de una imagen que nos hiere, que nos toca de manera personal y nos obliga a detenernos y reflexionar (fotografía pensativa, fotografía subversiva). El “punctum” no se limita a los elementos visuales de la fotografía, sino que es una invocación al espectador a percibir lo no dicho, lo oculto en la imagen. Es una herramienta esencial para entender cómo interactuamos con la fotografía y, por extensión, con el arte. A través del “punctum” el arte se convierte en una fuerza de resistencia, un medio para desafiar el poder y para cultivar una forma de pensar que no se conforme con el statu quo.
Las tres fotografías, en realidad, eran una triple toma panorámica de 270º de la inauguración del campo de futbol de Génova que Benito Mussolini realizaba en 1926. Esas miles de pequeñas manchas blancas adoraban a su Duce, y representaban una firme voluntad de apoyo a su proyecto totalitario, iniciado cuatro años antes en Italia.
En una segunda mirada, me percaté de un texto grabado. Las letras estaban piqueteadas sobre el frágil cristal; eran ásperas y se podían tocar. Miguel Ángel me explicó que la frase era de Antonio Gramsci y decía: 'Il vecchio mondo sta morendo. Quello nuovo tarda a comparire. E in questo chiaroscuro nascono i mostri.' (El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos). Una nueva sacudida me recorrió. La obra no solo ha resignificado una antigua imagen, sino que contiene un mensaje, una reflexión.
Gramsci fue un intelectual, filósofo, teórico marxista, político, sociólogo y periodista italiano que escribió esta reflexión en sus “Cuadernos de la cárcel” (1929-1935). En ellos concibe a los “monstruos” como producto de una sociedad marcada por la decadencia y la corrupción, donde la ideología dominante busca deslegitimar la lucha por la justicia, la igualdad y la libertad.
El arte, en sus diversas manifestaciones y lenguajes, ha sido, históricamente, un reflejo de las tensiones políticas, sociales y culturales de su tiempo. Más allá de ser una simple representación estética, el arte se convierte en un vehículo para cuestionar, criticar y reconfigurar las estructuras de poder.
“I Mostri” de Alán Carrasco no solo es una imagen sobre el fascismo, sino una reflexión sobre los monstruos que nos siguen acechando. La obra nos invita, como espectadores y ciudadanos, a cuestionar nuestra relación con: la política, lo social y el arte. Es una llamada de atención sobre los peligros de la desmemoria y de la inacción durante nuestros claroscuros.
P.D. Ni que decir tiene que salí de la feria con la obra, literalmente, debajo del brazo.
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Antonio Toca (1961) es Ingeniero Industrial, Historiador del Arte y coleccionista de arte (AT Colección).