...Y la naturaleza recuperó terreno: peces en los canales de Venecia, ciervos en medio de la carretera, coyotes en las calles de San Francisco, plantas silvestres abriéndose paso en el asfalto, aire más puro y menos contaminación acústica en las ciudades... Y también se intentó no dejar a nadie atrás. Pero fue sólo un paréntesis, un recordatorio sin el suficiente calado para revisar de verdad el contrato social-natural, para aprender de la capacidad de adaptación de los animales y adoptar modelos de inteligencia más complejos, para asimilar de una vez que el crecimiento per se no puede ser la finalidad.
No es momento de megaproyectos. En la escala está la clave, en cambiar aquello que podemos tocar, optar por gestos mínimos de incidencia máxima, aplicar la noción de arm's lenght, la igualdad de condiciones. La inteligencia pasa por la empatía. Por la empatía y la gratitud.
Gratitude es el título de uno de los últimos ensayos de Oliver Sacks, en el que escribía las siguientes palabras: "It is the fate of every human being to be a unique individual, to find his own path, to live his own life, to die his own death (...) My predominant feeling is one of gratitude. I have loved and been loved. I have given much and I have given something in return. Above all, I have been a sentient being, a thinking animal, on this beautiful planet, and that in itself has been an enormous privilege and adventure".
Viendo estos días el documental Oliver Sacks: His own life nos reencontramos con una personalidad compleja, contradictoria, vital, apasionada y tremendamente empática. Neurólogo y escritor, Sacks no quiso ser un teórico, sino que prefirió estar cerca de sus pacientes, muchos de ellos en situaciones extremas y desesperadas, preguntarles "cómo estaban", escuchar sus respuestas y escribir sus historias. No fue hasta después que varios de sus libros alcanzaron un número considerable de lectores que el establishment médico empezó a tomar en serio sus investigaciones, que contribuyeron a un mejor entendimiento del funcionamiento del cerebro y la diversidad de la experiencia humana.
El pensamiento creativo (no sólo el de los y las artistas - à propos, ¡qué necesario es recuperar ahora también a Joseph Beuys!-) se articula en esas mismas premisas, sigue procesos individuales, idiosincráticos, se pone "en el lugar del otro", es transversal, permite ver las cosas desde perspectivas renovadas... Este es el tipo de pensamiento que hay que practicar y reivindicar, el que nos reconciliará con nosotros y con nuestro entorno.
Empatía
Montse Badia
Enero 6, 2021