Los cuerpos de las mujeres siguen siendo campos de batalla

Semíramis González
Febrero 3, 2021
María María Acha-Kutscher, "Maybe 1", 2015.
María María Acha-Kutscher, "Maybe 1", 2015.

“El cuerpo de ella era la continuación de la guerra”.
Las Malas, Camila Sosa Villada.

Hace unos días despedíamos un 2020 aciago que nos hizo replantearnos toda nuestra estructura vital, esperando el nuevo año como quien encomienda el cambio a la suerte. Dejamos atrás meses donde una pandemia global ha traído a primera línea las fracturas del sistema capitalista en el que todo lo que no es mercantilizable se convierte en superfluo, en precario. Los cuidados eran mentados por unos y otras después de ver las terribles imágenes de ancianos y ancianas falleciendo en residencias, olvidados por un sistema caníbal. Los niños y las niñas encerrados en casa, la casi imposibilidad de continuar con el trabajo combinando la corresponsabilidad con el confinamiento, las mujeres que no se reincorporan al trabajo (casi un 20% de desempleadas, cuatro puntos por encima de los hombres) son algunos de los síntomas que han aflorado por la pandemia y que manifiestan un sistema desigual. La precariedad tiene rostro de mujer y por eso necesita de un análisis feminista.
“Tu cuerpo es un campo de batalla” sentenciaba la artista Barbara Kruger en 1989; más de 30 años después seguimos en la misma pelea. Así fue como el fin de 2020 también nos dejaba una gran noticia, la aprobación del derecho al aborto gratuito y asistido médicamente en Argentina, tras décadas de lucha de las mujeres para reclamar que el Estado no interfiriera en sus decisiones personales. Los cuerpos vuelven a la primera línea del debate, los cuerpos en plural, especialmente los cuerpos de las mujeres y de grupos minorizados, que son quienes encarnan las brechas sociales en su piel. Desde el grito de que las vidas de las personas negras importan hasta las manifestaciones de las mujeres polacas o mexicanas.
En 1970 Kate Millett publica Política sexual y ese mismo año, en agosto, se convierte en portada de la revista Time. Su análisis de cómo “el sexo es una categoría social impregnada de política” es fundamental para entender, aún hoy, las relaciones en torno al género que se establecen dentro del marco del sistema patriarcal. El auge de grupos reaccionarios y de extrema derecha no es un hecho aislado, sino que se relaciona estrechamente con los avances feministas. Cualquier avance hacia una sociedad más igualitaria, esto es, más democrática, se encuentra con una reacción por parte de quienes han poseído determinados privilegios históricos. Las imágenes de los supremacistas blancos entrando al Capitolio rompiendo las ventanas, cargados de armas y culminando con esa imagen tan potente, en cuanto a simbólica, de uno de ellos abierto de piernas (un manspreading total) en el despacho de la senadora Nancy Pelosi, no es casualidad. Todo lo que el patriarcado enseña sobre el rol masculino se resume en esta imagen: entrar por la fuerza en el espacio de una mujer con poder para desparramarse sobre sus objetos.
La fuerza del sistema patriarcal hoy, rearmado en grupos como el movimiento Incel, QAnon, YouTubers y foros de machistas (o la extrema derecha en general) refleja que el sexismo está tan impregnado en nuestra sociedad que no entiende de clases. Lo señalaba Millett: “la política sexual constituye un ámbito mental tan profundamente arraigado en nuestra cultura que trasciende la política de clases, pese al fuerte entrelazamiento que une a ambas”1 y bell hooks “los hombres de clase baja y pobres son tan capaces de oprimir y maltratar a las mujeres como cualquier otro grupo de hombres” 2. El patriarcado como un sistema político, un hábito mental y una forma de vida, se halla tan enraizado en nuestra cultura que no requiere de la violencia para asumirse: sus valores son firmes y su sistema socializador tan perfecto, que es aceptado de forma general y solamente cuando es puesto en cuestión responde con violencia.
Los cuerpos de las mujeres como lugares de batalla, como lienzos de denuncia, desde Ana Mendieta a Las Tesis, vuelven a ser el eje en torno al que pivotan los debates, de donde salen los cuidados gratuitos, quienes sufren la violencia, la precariedad, la explotación sexual. María Ángeles Durán, Premio Nacional de Sociología e investigadora de los usos del tiempo y el trabajo en los hogares desde hace más de cuarenta años, lo tiene claro: habría que subir un 70% el IRPF solamente para redistribuir y pagar parte de los cuidados que se hacen ahora gratis. Cuidados que son realizados, en más de un 80% de los casos, por mujeres. La feminización de la pobreza encuentra, en el trabajo gratuito y las tareas no remuneradas, dos de sus causas fundamentales.3
La fuerza del feminismo, que vivimos con especial intensidad en los últimos años (desde el #MeToo hasta el 8 de marzo de 2018, las marchas de mujeres en todo el mundo o las manifestaciones contra la sentencia de los violadores de Sanfermines) se encuentra ante la encrucijada del auge de los extremismos que quieren conservar, a cualquier precio, sus privilegios patriarcales. El feminismo, como herramienta de pensamiento y como sistema político, tiene en sus manos la capacidad de transformar el futuro con una perspectiva más democrática. La imagen del macho, vertical, autoritario, extractor, destructor y antiecologista es transformada por un sistema más horizontal, redistributivo, igualitario y justo. Los cuerpos se sitúan en el centro pero lo hacen con atención a los cuidados, con corresponsabilidad, con valores que no se sostienen en la economía capitalista. No en vano el siglo XX fue testigo del fin de las revoluciones y, sin embargo, el feminismo es la única fuerza transformadora que existe y resiste pese a todo. Como dice Celia Amorós, el feminismo es una revolución que está absorbiendo a las demás. “Si no hay feminismo, no hay lucha revolucionaria, porque ¿qué se puede hacer si solo se cuenta con la mitad de la población?”.4

1 Millett, K. (2019). Política sexual (5.ª ed.). Madrid: Cátedra..
2 hooks, bell. (2020). ¿Acaso no soy yo una mujer? Mujeres negras y feminismo (1.ª ed.). Bilbao: Consonni.
3 Cobo, R. (2020). “Feminización de la pobreza”, en Ser feministas. Pensamiento y acción (1.ª ed.). Madrid: Cátedra. Ed.: Alicia H. Puleo.
4 Entrevista a Celia Amorós (2019). Consultado el 30 de diciembre de 2020, de El País:
https://elpais.com/sociedad/2019/03/15/actualidad/1552663877_409540.html