Es imperativo volver como sea a Barcelona antes del día 25, para visitar en la galería ADN una exposición colectiva exquisita, antes de que cierre. No por ver las demás piezas que la componen, siendo, como digo, a juzgar por las fotos de la página web de la galería, espléndidas, de Man Ray, Duchamp y otros, sino porque una es de Pazos.
Está fechada en 2013 y se titula “Una travesía de lágrimas (pieza romántica)”. Siempre titula con carga poética. Como se ve en las imágenes, la pieza, situada sobre un pedestal, consiste en una barca de madera, despintada y muy deteriorada, en cuyo interior descansa sobre un cojín una cabeza con los ojos tapados, uno por un canto rodado negro y el otro por una brújula. Como siempre ante una obra de Pazos, al verla por primera vez, incluso en foto, me recorre la columna vertebral un escalofrío.
Eso, ese objeto, esa obra, es un lugar de mi alma al que es imposible llegar con las palabras. Hay sitios en nuestras almas y en el mundo inaccesibles al discurso, el arte está precisamente para detectarlos y cartografiarlos. Cómo lo consigue Pazos, irónico y sentimental, cómo ha llegado hasta allí, invariablemente es un misterio. Y al mismo tiempo, ¿no es hasta cierto punto turbador e incluso terrorífico descubrir que eso estaba ahí?
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